LA CRUZADA DE PEDRO EL HERMITAÑO

 

 

La primera cruzada y aunque no fuera la oficial fue la que realizo el monje Pedro el Ermitaño a quien los Bizantinos apodaron con el nombre del “Padre Perico”, este monje de baja estatura y de aspecto famélico era oriundo de Amiens, ya desde muy joven abrazo la carrera religiosa, no obstante hay que decir que prefirió la vida en la soledad del Bosque antes que las comodidades del monasterio y la compañía de otros monjes.

Solía vestir tan solo con un sayal de tela basta y no portaba ningún tipo de calzado, su aspecto famélico es debido a que la base de su alimentación era el pescado y el buen vino (siendo un gran amante de este último)

Durante el transcurso de su vida pudo realizar una peregrinación a Jerusalén y durante el transcurso de esta se percató del mal estado que presentaban los Santos Lugares y además tuvo que padecer al igual que muchos peregrinos todas las vejaciones que le inflingieron los musulmanes y los griegos, salvando la vida de milagro, por ello y aprovechando sus dotes como predicador pronto consiguió reunir un gran grupo de simpatizantes en la provincia de Picardía, esta muchedumbre exaltada arrancaban los pelos del asno que montaba el Padre Perico para conservarlos como amuletos y reliquias.

Según René Lachaud es factible que no fuera el único profeta que trastornaba las conciencias pero su incomparable carisma le aseguraba un éxito considerable ya que encarnaba todos los deseos de pureza, todas las pulsiones ascéticas y nadie ponía en duda que estaba tocado por lo divino.

 

En el mes de Marzo del año de 1096 Pedro el Ermitaño partió de Lorena, atravesando Namur, Lieja y Aix-la-Chapelle, llegando en el mes de Abril del mismo año a Colonia escoltado por un ejercito de algunos Caballeros, hidalgos, campesinos, monjes, mujeres y niños, en total unas setenta mil personas y el 20 de Abril decide iniciar la cruzada por la conquista de los Santos lugares ante el asombro del Papa, Reyes y Señores que consideraban que la guerra era solo algo para Caballeros. Al mando de su ejercito de campesinos parte de Colonia y toma dirección hacia Hungría atravesando para ello el valle del Rín y Baviera. Durante la marcha sus tropas indisciplinadas y carentes de alimentos se dedican al pichaje de aldeas y para conseguir poder subsistir piden rescates económicos por los viajeros que secuestran.

Ya el 26 de Abril llega a la ciudad de Belgrado donde se encuentra a los Búlgaros, furiosos por los excesos y desmanes  que habían cometido esa horda de invasores, por ello los Búlgaros matan a todos los que pueden y se apoderan del tesoro que portaban los cristianos.

Ya llegado el mes de Julio Pedro se reúne en la ciudad de Sofía con algunos emisarios del emperador de Bizancio Alejo Conmeno, estos últimos le solicitan que imponga un orden entre sus filas artos ya de todos los desmanes que estaban realizando.

Ya en el mes de Agosto Pedro y su ejercito llega a las inmensas murallas de Constantinopla donde es recibido por el emperador alejo, allí reunidos Pedro le solicita víveres y provisiones para sus tropas, ansioso por perder de vista a esa muchedumbre harapienta el Emperador se compromete a entregarle unos 200 besantes de oro y hacerse cargo de proporcionarle el alimento a sus uestes, siempre y cuando cese el pillaje por parte de los Cristianos.

Llenos de alegría Pedro y su ejercito cruzan el Bósforo y el brazo de San Jorge en dirección a Nicea. Al percatarse de que los víveres prometidos no llegaban inician de nuevo el saqueo de aldeas.

Pronto se encuentran con un ejercito de Turcos de la provincia de Xerigodon y al entrar en batalla son masacrados.

Horrorizado por lo sucedido y en compañía de unos 5.000 supervivientes Pedro el Ermitaño regresa a Constantinopla a la espera de que llegara el ejercito de los barones.

Volvemos a encontrarnos con la figura de Pedro el Ermitaño en asedio a la ciudad de Antioquia a finales del año 1097. Pedro esta abatido ya que sus hombres ya no le respetan además de que los barones ya no confían en el y encima está rodeado de un grupo de salvajes conocido como los Tafur que según René Lachaud eran ribaldos de la pero calaña ya que van descalzos y se alimentan de raíces y de hierbas siendo dirigidos por un Rey de nombre Pigonneau. Se dice que se alimentaban de la carne de los cadáveres de los sarracenos abandonados en los campos de batalla.

Siendo incapaz Pedro de soportar todo aquello decide abandonar Antioquia y regresa a Occidente, según Lachaud acabó sus días en el monasterio de Neuf-Moutiers, que había mandado construir y que dependía del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Durante la predicación de la segunda cruzada tanto San Bernardo de Clairvaux como el Papa Urbano II se encargaran de denunciar la irresponsabilidad de Pedro el Ermitaño que consideran que las cruzadas son cosa de Caballeros y de guerreros disciplinados.

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