LA CRUZADA DE LOS NIÑOS

 

Un extraño suceso tuvo lugar allá por Junio del año 1.212 cuando un pastor de nombre Etienne, que vivía por las cercanías del Castillo de Vendôme, tuvo una aparición, según su relato se le apareció Cristo vestido de peregrino y le pidió que fuera a liberar su Santa tumba de la mano de los infieles.

El joven Etienne, comenzó su prédica y al poco tiempo miles de niños procedentes de Picardía, Vendôme, Normandia e Ile de France, abandonaron todo y se le unieron poniendo un número de 30.000 niños rumbo a Jerusalén.

Aquel ejercito de niños iban blandiendo sus estandartes y dirigiéndolos iba su Jefe de nombre Matthiu Paris, que viajaba todo engalanado encima de una carreta repleta de flores.

Tanto el Rey de Francia como la Iglesia intentaron detenerlos pero no lo consiguieron, los niños travesaron el Valle del Ródano y llegaron a Marsella donde  embarcaron en siete navíos, pero al poco de zarpar dos de los Barcos naufragaron cerca de las costas de Cerdeña y todos los niños que en ellos viajaban murieron ahogados. Los restantes cinco barcos se dirigieron a Bougie y Alejandría, donde vendieron a los niños a los mercaderes de esclavos.

Según René Lachaud en su libro Templarios Caballeros de Oriente y de Occidente, el mismo año apareció en Alemania otro visionario de nombre Nicolás este afirmaba que un ser halado en forma de Ángel le había ordenado ir a conquistar Jerusalén.

Llego a reunir entre diez y quince mil niños y partió  desde la ciudad de Colonia siguiendo el curso de Rín. Franqueo los Alpes y llego al norte de Italia.

La falta de alimentos, el calor y los Lombardos que les desvalijaban, causó estragos entre él “ejercito” que dirigía Nicolás, pero aun así llegaron unos siete mil a Génova. Los Genoveses que veían que aquellos niños no tenían ni un dinar, se negaron a llevarlos a Jerusalén.

Viendo los niños que no lograban su propósito y muchos de ellos se desperdigaron, mientras que unos miles decidieron dirigirse a Roma con la única intención de convencer al Papa de que le auxiliara y ayudara en sus propósitos, pero lo único que consiguieron fue incomprensión y reveses. Ya rendidos ante la imposibilidad de cumplir con sus propósitos, muchos de ellos volvieron sus pasos hacia los Alpes. Pero el miedo, el frío y el hambre fueron dejando los caminos sembrados de miles de cadáveres. Tan solo unos cientos lograron volver a su patria.

 

 Fuente de consulta: Los Templarios, René Lachaud.

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