EL ORIGEN DE LA ORDEN DEL TEMPLE
"Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, a hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que ante las fuerzas espirituales del Cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto con la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno".
Corría el año del Señor 1.118 los cruzados occidentales gobiernan Jerusalén bajo el mandato del rey Balduino II. Es primavera y nueve caballeros, con Hugues de Payns a la cabeza, y a similitud de los ya existentes Caballeros del Santo Sepulcro, fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de la ciudad. Han nacido los Templarios.
El primer Maestre (que no Gran Maestre, como erróneamente se le suele llamar), Hugues de Payns nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1.080 con una sólida educación cristiana y un hábil manejo de las armas, sintió desde muy joven la dualidad vocacional de monje y soldado. Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de cumplir los veinte años, enrolado en las tropas del conde Hugues de Vermandois, hermano de Felipe I rey de Francia. Es durante esta cruzada de desbordante fe, cuando el joven Hugues se da cuenta que es posible unir sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden de carácter religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquella vorágine de ejércitos cristianos no tardó en encontrar a otros ocho caballeros que participasen de su ideal y concepción de la vida.
LOS NUEVE FUNDADORES DE LA ORDEN DEL TEMPLE
Es significativo resaltar la donación por el rey Balduino II de Jerusalén, de la mezquita de Al-Aqsa en el Monte del Templo como sede de la nueva orden, de ahí su denominación. Es
necesario indicar que en la época, se identificaba dicha mezquita con el emplazamiento exacto del Templo de Salomón, hoy sabemos que era mucho mayor y la mezquita solo ocupaba el atrio del templo, y por ello no es fácilmente explicable como a una recién fundada "policía de caminos", pues esa era la principal función de los Templarios en sus comienzos, se le fuera donado tan semejante emplazamiento, donde cabrían sobradamente varios miles de caballeros, teniendo que eran solo nueve hombres más los sirvientes y escuderos que pudiesen tener.
Un hecho que también contiene un cierto halo de misterio, es el hecho de que estos primeros nueve caballeros no admitiesen a nadie en la recién creada orden durante los nueve siguientes años de existencia. Algunas especulaciones relacionan esta decisión con una excavación secreta que hubiesen llevado a cabo en los sótanos del Templo, donde podrían haber buscado el Arca de la Alianza u otros objetos se suma importancia para el cristianismo, tarea de la cual únicamente tendrían conocimiento unos pocos elegidos. Así pues, parece ser que durante los primeros nueve años, los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que defender los peregrinos en el peligroso pasillo que iba del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén.
Un siglo después, el historiador Jacques de Vitry describe de esta manera extraordinaria lo que fue el origen del Temple.
"Caballeros agradables y sacrificados a Dios, ardientes de caridad, renunciando al mundo y consagrándose al servicio de Cristo, obligándose por una profesión de fe y votos solemnes, hechos ante el Patriarca de Jerusalén, a defender los peregrinos contra los salteadores y a esos hombres de sangre, a proteger las vías públicas, a combatir por el Soberano Rey, viviendo como canónigos regulares en la obediencia, en la castidad y sin propiedad. Los principales entre ellos fueron dos hombres venerables y amigos de Dios, Hugues du Payns y Godefroi du Saint-Omer. Al principio no fueron más que nueve en tomar una resolución tan santa. Llevando las ropas que los fieles les daban a titulo de limosnas, durante nueve años vivieron bajo el manto secular...como todavía no tenían iglesia, ni residencia fija, el señor rey les concedió por un tiempo una parte de su palacio, cerca del Templo del Señor. El abad y los canónigos del mismo templo les dieron también, para sus necesidades de sus servicios, la plaza que ellos poseían al lado del palacio del rey. Y como ellos tuvieron desde entonces su estancia cerca del Templo del Señor, fueron llamados en lo sucesivo Hermanos Caballeros del Templo."
En 1.127, el Maestre Hugues de Payns emprendió un viaje a Roma con el fin de obtener una definitiva aprobación pontificia, y que de ese modo el Temple se convirtiera en Orden Militar de pleno derecho. Balduino II regente de Jerusalén, escribió al entonces abad de Clairvaux, Bernardo para que favoreciese al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.
San Bernardo de Clairvaux o Claraval, uno de los iniciadores de la Orden del Cister en Francia, era a sus veinticinco años una personalidad espiritualmente arrolladora, incansable trabajador, fundador de numerosos monasterios, escribe a reyes, papa, obispos y monjes, redacta tratados de teología, está siempre en oración y batallando constantemente a los enemigos de la fe cristiana. Tenia además dos parientes cercanos entre los nueve fundadores de la Orden del Temple, (Hugues de Payns y André de Montbard, este último era su tío carnal), por lo que parece probable que ya tuviese conocimiento de la fundación de la Orden.
Como esta Orden colmaba su propia idea de sacralización de la milicia, recibió con gran entusiasmo la carta del rey Balduino y se convirtió en el principal valedor del Temple.
Los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval quería algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo fue gestionar a favor de su pariente Hugues de Payns y los cuatro Templarios que le acompañaban, una acogida cordial y positiva por parte del Papa Honorio II. De acuerdo con la propuesta de San Bernardo, en la primavera de 1.128, se celebró un concilio extraordinario en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos e infinidad de personajes eclesiásticos, todo bajo la presidencia de un legado papal, el Cardenal Mateo de Albano.
El hábil abad Bernardo de Claraval, que de una manera u otra estaba vinculado a la mayoría de los asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, y luego supo responder con prontitud y acierto a todas las preguntas que le fueron formulando. El Concilio de Troyes, después de varias semanas de deliberación e interrogatorios, aprobó a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón con entusiasmo, a modo de institucionalización de las cruzadas. De esta manera quedó establecida oficialmente la Orden del Temple. El concilio instó a nobles, príncipes y reyes a que apoyasen a la nueva orden y encargó a Bernardo de Clairvaux que redactase una Regla personal para los Templarios.
La idea de San Bernardo fue la de adaptar la dura Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden organizó la vida monacal. Además de los votos ya conocidos, los Templarios debían pronunciar un cuarto voto, contribuir a la conquista y conservación de Tierra Santa, para lo cual, si fuese necesario, darían gustosamente la vida.
EXPANSIÓN DE LA ORDEN DEL TEMPLE
Las hazañas de los cruzados en Tierra Santa habían inundado de fervor religioso a las gentes de Occidente, y la ayuda al Temple, la orden que concentraba lo mejor de la Cruzada y que estaba avalada por el abad de Claraval y sus aliados, ofrecía a todos la posibilidad inmediata de participar en la defensa de los Santos Lugares.
Hugues de Payns se dirigió a Anjou y a Maine, donde cosechó gran éxito. Después recorrió Poitiers y Normandia, donde de alguna manera estaba emparentado con nobles y duques, así que fue bien acogido. Se le concedieron tierras y posesiones, e importantes donaciones de todo tipo, se le permitió reclutar gente, se le abrieron las iglesias y le dejaron hablar en las plazas. Allí Enrique I de Inglaterra le comunica que existe una gran expectación por el Temple en su país, por lo que el Maestre viaja a Inglaterra y Escocia, de donde consiguió traerse una cantidad considerable de buenos hombres avezados en la lucha. Desembarcó en Flandes y llegó a su Champagne natal en enero de 1.129, acompañado de gran número de nobles y caballeros que habían tomado la cruz.
Al mismo tiempo, los demás Templarios habían realizado una labor semejante en sus regiones de origen, Godofredo de Saint-Omer en Flandes, Payen de Montdidier en Picardía. Hugo de Rigaud obtuvo tal éxito en el sur de Francia (Languedoc), que tuvo que encargar a un Templario recién iniciado la continuación de su labor en España.
Todavía en ese mismo año, los cinco Templarios y su contingente de selectos reclutas descienden entre el clamor de ciudades y pueblos por el Valle del Ródano, para embarcarse hacía Jerusalén, donde son recibidos con gran triunfo en la Casa del Temple, donde habían enviado cantidades ingentes de oro y plata para ir preparando su colosal despliegue militar en Tierra Santa.
El primer Maestre podía sentirse satisfecho. Había dejado en Occidente una importante organización Templaria en marcha, que enviaría cada vez más recursos y hombres Ultramar. Esa retaguardia dirigida por los lugartenientes, con Hugo de Rigaud a la cabeza como Procurador de la Orden, extendió la presencia y el influjo del Temple por las regiones ya sondeadas por la primera expedición, y más tarde por otros reinos cristianos, como el Imperio Alemán, Italia y las Coronas de Aragón. Castilla y Portugal, donde se comprendió perfectamente el ideal Templario porque la Península Ibérica era también tierra de Cruzada.
No se conocen bien las actividades militares de los Templarios durante los años posteriores, hay poca información al respecto. Es probable que los Caballeros concentrasen sus recursos en la tarea para la cual habían sido destinados en un principio, proteger las rutas que solían transitar los peregrinos, exceptuando el frustrado asalto Damasco, proyectado por Balduino II, a la vuelta de Hugues de Payns con las fuerzas que había reclutado. La primera fortaleza importante asignada a los Templarios no se hallaba en el reino de Jerusalén, sino en la frontera más septentrional de las posesiones latinas, que eran las montañas de Amanos, que hacían de frontera entre el reino de Cilicia y el principado cristiano de Antioquia. En la década de 1.130, al Temple se le dio la responsabilidad de proteger esa región fronteriza. Para proteger el paso de Belén, en la marca de Amanos, ocuparon la fortaleza de Bagrás, a la que llamaron Gastón, un castillo edificado sobre un inexpugnable peñasco. Más al norte, para proteger el paso de Hajar Shuglan, ocuparon los castillos de Darbsaq y la Roche de Rousell. En la Cisterna Rúbea entre Jerusalén y Jericó, los Templarios construyeron un castillo, una estación vial y una capilla. En Bait Jubr at-Tahtani, un castillo y un priorato en la cima del Monte de la Cuarentena.
Desde un principio se quiso dejar claro que para los Templarios las obligaciones religiosas deberían de estar por encima de las militares, pues se entendía que un cristiano reconfortado con el favor divino se hallaría más dispuesto al martirio. Lógicamente no se suponía que los caballeros eran enviados a la muerte, ya que por su condición de excelentes guerreros lo más probable es que saliesen victoriosos de cualquier batalla.
En torno al abad de Claraval se agruparon Pedro el Venerable, Abad de Cluny, el Abad Suger de Saint-Denis, el Prior de la Cartuja y Esteban Harding Abad del Cister, impulsando entre todos ellos el nacimiento y crecimiento del Temple, favorecidos por la inmensa red de monasterios que obedecían a este grupo de abades aliados de Bernardo de Claraval.
Hugo de Payns y sus compañeros donaron al Temple sus tierras, con las que se construyeron las primeras encomiendas. Una riada de nuevos reclutas se incorporó a los trabajos de los cinco misioneros Templarios, llamados de todas partes para que explicasen su vocación, que sintonizaba perfectamente con el sentido cristiano y caballeresco de la época. Todos ellos recibían donaciones en calidad y cantidad sorprendentes, que en pocos años con el apoyo del Cister y Cluny, transformaron Europa en un verdadero entramado Templario.
El extenso recorrido de los cinco monjes-soldados por varios reinos después de la clausura del Concilio de Troyes fue verdaderamente triunfal, fueron acogidos con entusiasmo y generosidad desbordante, por reyes, príncipes, obispos, nobles y por el mismo pueblo.
Hugo de Payns, fundador de la Orden del Temple, falleció habiendo visto cumplido su sueño y su ideal, el 24 de Mayo de 1.136, se ignora la causa, aunque si se sabe que no fue en combate. Tres años después el Papa Inocencio II dictó la bula Omne Datum Optimum, dirigida al segundo Maestre de la Orden, Robert de Craón, que incorporaba al Temple grandes ventajas: quedaban eximidos de toda jurisdicción eclesiástica intermedia, estando sujetos solamente al Papa. Incluso el Patriarca de Jerusalén, ante quien los caballeros fundadores habían hecho sus votos, perdía toda autoridad ante la Orden. La bula permitía al Temple tener sus propios oratorios y autorizaba a los sacerdotes a unirse a la hermandad en calidad de capellanes, lo que hacía a los Templarios totalmente independientes de los obispados diocesanos, tanto en Ultramar como en Occidente. El Temple tenía derecho a percibir diezmos, pero no precisaba pagarlos, exención que hasta entonces solo se había concedido a los cistercienses.
"ACTA DE CONCILIO DE TROYES"
"Acta del Concilio de Troyes en el cual, como deja constancia Juan Michaelensis, nombrado escribano para la ocasión, San Bernardo de Claraval entrega a Hugo de Payns y a los demás Caballeros Templarios, la regla que en adelante deberían seguir, como Orden plena Caballería, Francia, en el año del Señor de 1.127."
A todos se dirige especialmente nuestra platica, á aquellos que desprecian seguir sus propias voluntades, y desean con pureza de animo militar al Supremo y Verdadero Rey, para que deseen tomar las excelentes armas de la obediencia, cumpliendo con exactísima atención, y perseverancia: por esto aconsejamos á vosotros que havéis abrazado hasta aora la milicia secular, en que Christo no fue la unica causa, sino el favor de los hombres, que perpetuamente os acelereis á asociaros á la unidad de aquellos, que el Señor eligió del monton de la perdicion , y dispuso con su piadosa gracia, para defensa de la Santa Iglesia: para esto, o Soldado de Christo, seas quien fueres, que eliges tan Santa conversacion, conviene que tú, acerca de tu profesion, lleves una pura diligencia, y firme perseverancia, que se conoce ser tan digna, santa, y sublime para con Dios, que si pura, y perseverantemente se observa por los Militantes, que dieron sus almas por Christo, mereceran obtener la suerte; porque en ella floreció, y apareció una Orden Militar, que dexado el zelo de la Justicia, intentaba, No el defender á los Pobres, ó Iglesias, como era de su instituto, sino robarlos, despojarlos, y aun matarlos; bien, pues, os sucede á vosotros, á quienes nuestro Señor, y Salvador Jesu-Christo, como amigos suyos os dirigio desde la Santa Ciudad á habitar en Francia, y Borboña, que no cessais, por nuestra salud, y propagacion de la verdadera Fé, de ofrecer al Señor vuestras almas en victima agradable á Dios. Finalmente, nosotros, con toda afeccion, y piedad fraternal, y a ruegos del Maestre Hugo, en quien la sobredicha Milicia tuvo principio, estando juntos, con ayuda de Dios, e influyendo el Espiritu Santo de diversa mansiones de la Provincia ultramontana, en la fiesta de San Hilario, año de la encarnacion del Señor 1.128, y del principio de la nueva Milicia el nono, merecimos oir de boca del mismo Maestre Hugo, el modo, y observancia de esta Orden Militar, capitulo por capitulo; y según la noticia de la pequeñez de nuestro saber, todo lo que en el presente Concilio no se nos pudo contar, y referir de memoria, lo pusimos, de conformidad, y con dictamen de todo el Capitulo, á la providencia, y discrecion de nuestro
Venerable Padre Honorio II, y del inclito Patriarca de Jerusalén Esteban, esperto en la fertilidad, y necesidad de la Religion Oriental, y de los pobres Conmilitones de Christo; á la verdad, aunque un gran numero de Religiosos Padres, que en aquel Concilio se juntaron por Divina Inspiracion, apoya la autoridad de nuestro dictamen, no debemos pasar en silencio aquellos que vieron, y profirieron estas verdaderas sentencias, de que yo Juan Michaelensis, por mandato del Concilio, y del Venerable Abad de Claraval, a quien estaba encargado, y aun le era debido este assunto, mereci, por la Gracia Divina, ser escritor de la presente pagina.
Asistieron á la celebracion de efte Concilio Matheo, Obispo Alvanense Cardenal y Legado Apostolico, Raynaldo, Arzobispo Remense, Henrique, Arzobispo Senofense, y sus Sufraganéos, Rankedo, Obispo Carnotense, Gosleno de Soisons, el de Paris, Trecense, Orleans, el de Augerre, Meldense, cathalaunense, Laudunense, Belvacense, y el Abad de Beceliacense, que después fue Legado Apostolico, y Arzobispo de Leon, el Abad Cisterciense, Pontiniacense, el de Tres Fuentes, el de San Dionisio de Rhems, el Abad de San Esteban de Dijón, el Abad de Molismense, Alberico Remense, y Fulgerio Maestro, y otros muchos. De seglares, el Conde Theobaldo, el conde Nivernense, y Andres de Bandinento. Asistieron tambien el Maestro Hugo, con Fray Godofrido, Fray Rotallo, Fray Gaufrido, Bisól, Fray Pagano de Monte-Desiderio, y Archembando de Santo Amando, Cavalleros Templarios.
NOTA: El texto es traducción del original, por lo tanto está escrito en el castellano de la época y no guarda las mismas reglas ortográficas que hoy conocemos.
ORGANIGRAMA DE LA ORDEN DEL TEMPLE
"Destaca su excelente organización militar, la rapidez de sus movimientos y la facilidad con que saben prevenir cualquier ataque, como si fueran capaces de leer en el aire u oler al enemigo que todavía no es visto por los demás. Pueden ser pocos, pero valen por muchos..."
Actualmente destacaremos que el 13 de Septiembre del 2001 se encontró en el archivo secreto del Vaticano un acta de absolución firmada de puño y letra de Papa Clemente Vº, en la que absuelve de toda herejía y apostasía a la Orden a Jacques de Molay y a los altos dignatarios del Temple, prisioneros en ese momento ( verano de 1308) en Chinon.
Se trata de una prueba irrefutable de la inocencia de los Templarios y de la postura oficial de la Santa sede, partidaria del perdón y de reintegrar la Orden al seno de la Iglesia.
Sin embargo la Santa Sede sucumbió a las presiones del Monarca Francés, que había amenazado con provocar un cisma en el Seno de la Iglesia y con deslegitimar al Papa Clemente Vº, por lo que el documento permaneció oculto hasta ahora, ello demuestra que el Papa opto por acceder a la desaparición de la Orden del Temple como un “mal menor” y para proteger a la Cristiandad de las pretensiones del Rey Felipe IV de Francia.
Por ultimo, cabe destacar y repetir que la existencia de todos los grupos vinculados a la SMOTH MIC. se encuentran legalmente organizados de acuerdo con la legislación nacional de cada país.
De una u otra forma, las que son motivo de profundos estudios, los templarios perduran hasta hoy en día.
Por la Gracia de Dios.
Un pergamino hallado en Italia desvela el penúltimo misterio de los templarios.
HISTORIA Un documento revela que Clemente V no halló pruebas de los crímenes que se achacaron a los templarios
ROMA. El Papa ClementeV absolvió a los Templarios en el proceso por herejía que en 1308 finalizo con la ejecución de los líderes de esta orden religiosa y militar y la incautación de sus bienes, como prueba un documento inédito hallado por los historiadores en los archivos vaticanos.
El juicio a la Orden del Temple se celebro por iniciativa del rey francés Felipe IV “el Hermoso”, celoso de su poder político y económico, a pesar de las reticencias de la Santa Sede.
La sentencia de absolución de cuya existencia se sospechaba aunque sin pruebas documentales, ha sido finalmente localizada por la medievalista italiana Bárbara Frale y es reproducida en exclusiva en el último número de la publicación de estudios históricos y arqueológicos “Hera”.
El documento que se creía perdido cuando los Archivos Vaticanos fueron llevados a Paris en época de Napoleón, es un pergamino de más de un metro de longitud en el que se recoge el interrogatorio al que sometieron los enviados papales al Gran Maestre Jacques de Molay y a otros jefes de la Orden recluidos en la cárcel de Chinon (Francia).
En el texto, De Molay se defiende de acusaciones de herejía, sodomía y bestialismo, hechas por la Inquisión francesa y que los miembros de la orden habrían confesado bajo tortura. Apoyado en la existencia de estos delitos, el monarca francés había ordenado en 1307 la detención de todos los responsables del temple, sin el conocimiento de la Santa Sede.
Según el pergamino recuperado, el Papa concedió la completa absolución a los Templarios que admitían algunos “excesos” y prometían restablecer la disciplina entre sus filas.
Según subrayo ayer a EFE el director de “Hera”, Adriano Forgione, se trata de “una prueba irrefutable de la inocencia del los Templarios” y de la postura oficial de la Santa Sede, partidaria del perdón y de reintegrar la orden al seno de la iglesia.
Sin embargo la Santa Sede sucumbió a las presiones del poderoso monarca francés, que había amenazado con provocar un cisma en el seno de la Iglesia y con deslegitimar al Papa Clemente V, por lo que el documento permaneció oculto hasta ahora, añadió Forgione.
El hallazgo de la profesora Frale, que trabaja en la escuela Vaticana de Paleografía y que será recogido en un libro de próxima publicación, demuestra como el Papa opto por acceder a la desaparición de la Orden del Temple como un “mal menor”.
A pesar del intento mediador de los enviados eclesiásticos, De Molay y un gran número de sus seguidores fueron enviados a la hoguera acusados de sacrilegio y de prácticas satánicas.
La orden fue finalmente suprimida en 1312 y sus propiedades asignadas a sus rivales, los Caballeros Hospitalarios.
Entendemos que la Cristiandad entera y quienes bien quieren a la Orden del Temple festejaran con intima y profunda alegría con todos nosotros, este descubrimiento que espanta los fantasmas agitados de la apostasía y herejía que han levantado desde siempre algunos grupos esotéricos y ocultistas. Preocupados estarán, sin duda; se han quedado sin el principal argumento